martes, 1 de febrero de 2022

ÍNDICE

 

 

 La palabra escrita se independiza del autor y trasciende las barreras del espacio tiempo, haciéndose evidencia que delata el pensamiento y desnuda los sentimientos. (Javier A. Rodríguez G.)

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Colaborar con este Blog: EL HUMANISMO ENTRÓPICO (ebook)


EL METAVERSO EN DOS CLAVES

 


 Toda obra tecnológica es expresión de la posibilidad, en plenitud siempre actual, del quehacer humano. Desde aquellas rudimentarias herramientas de sílex, el dominio del fuego y el instrumental básico subsiguiente, se fundamentó la progresividad del obrar con el que el ser humano ha allanado los senderos de su extraordinario emprendimiento existencial, del cual una de sus posibilidades es el estatus tecnológico que ostenta la sociedad contemporánea. Progreso que no implica, al modo renacentista cartesiano, una perspectiva finalista, conclusivamente necesaria; sino la ampliación probabilística de objetivos, opciones y posibilidades; de cuya elección, disposición y aceptación se construye la cultura tecnológica.

Hasta hace un siglo el quehacer tecnológico, fundamentalmente práctico-empírico, desfasado de su entendimiento y comprensión científica,
respondía a dos premisas que le informaban la virtud de su instrumentalidad:

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EL ÚLTIMO CAMINO

 


 

La espesura de la selva abrazaba el seco ruido del avanzar del caballo, ella no quería ser testigo de la ignominia, pretendiendo ahogar la cuenta regresiva hacia un destino inefable pero ineludible, marcada por el síncrono golpe de la triste marcha.

Todas las aves y animales guardaban silencio al paso del andante y el viento ya no quiso pasear por allí, yendo en busca de otros rumbos. Parecía que la naturaleza entera quisiese pasar desapercibida y burlar al destino, de faz humana, que aguarda en cualquier recodo.

Sobre el caballo el hombre, mirada lejana, cuerpo distendido, como si viajara rumbo a la nada, como si en cada metro andado avanzara su carne y el alma quedara; era como si aquel viajero fuera regando...  

 
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CANSANCIO
Si por descansado cansé;
por cansado, cansino y cansón
no descansaré.

Cansada la mula, del agreste andar.
Cansado el borrego del duro trajinar.
Cansada la madre que da de mamar:
Cansado el labriego, de tanto bregar.

¡Cansado el Cristo, a cuestas su verdad!

Cansinos y cansones por cansados todos,
menguan descanso y sosiego existencial.

Descansado el fariseo,  prostituyendo la fe.
Descansada la mentira, sumida en oscuridad.
Descansado el que se va, sin tener por quién volver.
Descansada la opresión, negando libertad.

Descansando los del camposanto,
que sin embargo,
¡¡algún día habrán de despertar!!


Javier A. Rodríguez G.
 
 
 
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DE LA CASA EN EL AIRE A CIEN AÑOS DE SOLEDAD


Desde siempre la música vallenata me causó ruido; porque más allá del respeto a su expresión cultural, dominaban los prejuicios, la mala fama bien ganada de algunos de sus principales nuevos exponentes y principalmente el flagrante secuestro mercantilista de una expresión musical vendida en vitrina de alcohol, sexo, lujos, drogas, violencia y muerte.

Y desde esos criterios el contenido musical del vallenato perdía todo sentido tradicional cultural, pues, viniendo desde la literalidad del fraseo llano y cotidiano, y marchando hacia un lirismo rebuscando solamente acetato y escenarios, huérfano del contexto social y cultural que define, sustenta y  sobretodo gesta las expresiones musicales populares; cuando mucho, no representaba más que pinturas musicales bonitas, llenas, a lo sumo, de virtuosas pinceladas instrumentales y vocales que morían cuando iniciaba el difuminato de la belleza hacia la...



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El Legado de Elena

Hacía rato esculcaba el viejo baúl del abuelo. Entre antiguos retratos con hieráticas figuras apenas visibles entre los resquebrajos de la albúmina, cuasi por sortilegio asida del roído papel, negándose a dejar de atestiguar aquellos tiempos idos; observó una pequeña y amarillenta libreta que parecía deshacerse con apenas el roce de su mano.

La curiosidad de sus 25 años  hurgó las desleídas hojas. No era un diario. La ausencia de cronología alguna y la yuxtaposición desordenada de ideas traslucían la pretensión de constituir una extensión de la mente del escribiente, como queriendo salvar los recuerdos más allá de sus tiempos existenciales.


Sueños de chico, algunos devaneos de enamorado entre breves pasajes de su nativa España, junto a los resaltes de la participación en aquellas escaramuzas bélicas en las tierras santas de Jerusalén, evidenciaban la intimidad de las notas profanadas. Pudoroso se dispuso a cerrar la libreta, cuando aquella corta estrofa entreverada en la sintaxis de un texto, llamó su atención: “Eran tres los soldados, cargando la cruz del Señor. Era de tres el secreto, que la providencia les dio. Era de tres la dicha y el profundo dolor... Lo he visto…”


La curiosidad lo embargó por esa última frase. ¿Cuál era su lógica? ¿A cuál secreto referíase?..


Leer más: https://relatosymetaforas.blogspot.com/2021/03/el-legado-de-elena.html




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¡¡Si Bolívar Viviera!!...

El ser humano absoluto es hermosa metáfora de sí mismo, en la sublime posibilidad de su imagen y semejanza con Dios. Pero el ser humano actual necesariamente está referido a una existencia concreta, a un tiempo histórico determinado, a “su circunstancia”, como diría Ortega y Gasset.

Dejando atrás los criterios deterministas, podemos afirmar que el ser humano es una expresión evolutiva específica, es decir, se construye ontológicamente a cada momento histórico, sin agotarse nunca su posibilidad de ser, siendo lo que ha sido y lo que será, constituyendo ello precisamente su “actualidad”, ser expresión del pasado y proyección del futuro, lo cual le otorga el privilegio de expresar evolutivamente a los que existieron, pero también, la responsabilidad de ser posibilidad evolutiva del futuro. Por eso es que evolucionamos al escudriñar y conocer nuestro pasado, por eso la historia construye ontológicamente al ser humano.


Teniendo eso en cuenta vemos que la “realización” del rostro de El Libertador a partir de sus restos óseos...


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El Último Camino
  
La espesura de la selva abrazaba el seco ruido del avanzar del caballo, ella no quería ser testigo de la ignominia, pretendiendo ahogar la cuenta regresiva hacia un fin inefable e ineludible, marcada por el síncrono golpe de la triste marcha. 

Todas las aves y animales guardaban silencio al paso del andante y el viento ya no quiso pasear por allí, yendo en busca de otros rumbos. Parecía que la naturaleza entera quisiese pasar desapercibida y burlar el destino, de faz humana, que aguarda en cualquier recodo.


Sobre el caballo el hombre, mirada lejana, cuerpo distendido, como si viajara rumbo a la nada, como si en cada metro andado  avanzara su carne y el alma quedara, era como si aquél viajero fuera regando la vida...

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La Otra Historia

Hoy 19 de abril de 1810, estoy aquí en la Plaza mayor de Caracas, bueno, a un costado porque el centro está reservado para los de bastón y las de manto, las mantuanas como les dice mi abuela.

Hoy por fin me atreví a pasear orondo por la vereda real de la plaza, cuando un principal me golpeó con el bastón por las piernas y muy molesto me dijo  —Quítate zoquete, que estos caminos no son para los pata en el suelo, no estorbes que tengo que ir a buscar libertad.

No comprendiendo sus palabras y sufriendo más la dignidad que la extremidad, me alejé triste, con dolor profundo en el alma, solamente apaciguado por la inocencia de mi corto tiempo de existencia en este mundo tan absurdo. Pronto me detendría a mirar a otro también con su bastón golpeando a su aparentemente resignado esclavo.

—Que ahorita te dije, no mañana, pedazo de pendejo. Ve y dile que se venga de inmediato al Cabildo, ño gafo, que al fin tenemos la oportunidad de salir del Rey para ser libres y no seguir manteniendo a esos desgraciados con nuestra plata. Apúrate bueno para nada. Ah, y por estar de bolsa te vas a jo...
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Reclamo de un Sueño

Sueño, sentir en él las caricias de las brisas de mi patria,
llevando su pregón de libertad soberana.

Sueño, ver  la noche naciendo y llenando de magia
la sublime estampa del mugiente beso,
del brioso mar con la bravura del agua
que le regala la montaña.

Sueño, dibujar con él los confines de mi patria,
pintando de mil colores el hogar de los niños del mañana.
Donde vuelen pagayos y esperanzas.
Donde  canten a Bolívar, a Sucre y a Miranda.
Donde no  tengan ya que soñar con una patria.

Quiero, es mi reclamo, con Dios por testigo,
ver las estelas  bautizadas de mis manos
en la pila de nuestro  indomable Esequibo.

Javier A. Rodríguez G.
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La Paradoja Nietzsche

Nietzsche apasiona por su metáfora y su imaginería. Su pincel  mental va y viene, se desliza y se detiene, toma un color y puede contrastarlo  violentamente con otro, pero con una sutileza que lo despoja de cualquier vestigio de agresividad, enamorando el pensamiento y subyugando  la razón. Plasmando de esta forma los  matices, claroscuros  y difuminados conceptuales que caracterizan su obra.

El otro  Nietzsche, el del planteamiento concreto, hay que extraerlo con cuidado “quirúrgico” para no dañar la esencia vital...
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 Carlota Corday Conducida al Cadalzo

Arturo Michelena


Esta obra recoge de forma magistral el momento histórico que trata. A la composición le faltan elementos para su cabal comprensión, pues pareciera que está concebida como  ilustración de una narración histórica, ya que es necesario enunciar el nombre de la obra para determinar el hecho.

En el ambiente se impone una desconcertante rutina, no existe tensión ni asombro ni compasión ni arrepentimiento ni temor ni odio...
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Miserables

Miserable espiritual es quien usa armas de fuego para imponer sus criterios a los demás. ¡Miserables! somos los humanos, que gastamos miles de millones de dólares en armas, cuando millones de niños mueren de hambre. ¡Miserables! fueron los nazis, los de Hiroshima y Nagasaki, ¡miserables! los de Irak, Afganistán, Libia, Palestina... ¡Miserables! las balas mensajeras de la irracionalidad humana. Y ¡miserables! los millones que lo sabemos y no hacemos nada.
Javier A. Rodríguez G.

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Por Siempre

Quise olvidar tu obra,
pero es demasiado sublime
para que no esté en mi conciencia.

Quise seguir a ciegas tu ejemplo,
pero debo aprender de tus errores.
 Tu mejor ejemplo es la disconformidad
y la irreverencia.

Quise creerte un Dios,
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Desengaño

Detiene el silencio su pensamiento.
Desgrana la ausencia el corazón.
Consume la  tristeza el sentimiento.
Desvanece el infinito la inspiración.

La sed, el hambre, las ganas de ella,
diluyansé en desilusión.

La tristeza abraza el aire,
mientras el olvido
hace recuerdo su grande amor.

Javier A. Rodríguez G.

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Envidia

Siento envidia de la luz del sol,
en tus bellos ojos reflejada.
Siento envidia del agua,
corriendo por tu garganta como cascada.
Siento envidia del aire que respiras.
Siento envidia de tu lengua,
entre tus labios aprisionada.

Siento envidia del espejo,
que tiene tu estampa.
¡¡Siento envidia de Dios!!
porque posee tu alma.

Siento envidia de todo y todos
los que tienen algo de ti,
porque yo no tengo nada.

Javier A. Rodríguez G.
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La Balanza del Abuelo

Parece que fue ayer cuando junto al abuelo transitaba el tiempo bajo el enorme almendro. Cabalgando la palabra nos elevábamos hasta la magia de la imaginación, descendiendo siempre a la sabia lección, el aprendizaje. La moraleja es…, sentenciaba el abuelo a manera de epilogo, para luego marchar y regresar el domingo siguiente, en un compromiso sin letras ni palabras, únicamente signado por la necesidad de perpetuar el pensamiento, de seguir hilando la perennidad de la vida.


En mi mente se hace hoy el día cuando  la sabiduría del abuelo construyó aquel juguete que marcaría mi vida para siempre...

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Bolívar
 Monárquico, Liberal y Visionario

En el último cuarto del siglo XVIII, vio luz el cuarto hijo de los Marqueses de San Luis (1) una de las familias mas acaudalas de la provincia de Caracas de la Capitanía General de Venezuela. Este nuevo súbdito del rey, al anunciar su nombre el bautizante sobre la pila y a la par del agua bendita, también se ungía del poder de su Majestad, y con él los privilegios y sus primeras propiedades, entre ellas la negra Hipólita, el regalo de sus padres para que lo “amamantara” (aparentemente por enfermedad de la madre, de todas formas ese oficio era despreciado por las mantuanas de entonces) Resulta irónico que un niño de meses fuera literalmente dueño del pecho que lo amamantaba….


Ese niño inquieto, despreocupado, un tanto superficial y con cierta, no torpeza, sino más bien desinterés en lo intelectual, era lo más alejado a la imagen del niño reflexivo, resultando a simple vista un tanto  banal y mundano. Como era de esperar tuvo acceso a un verdadero privilegio para la época, la educación, con maestros exclusivos y todo. De la rigidez de Bello....

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El Vértigo

Conciencia nunca dormida,
mudo y pertinaz testigo
que no deja sin castigo
ningún crimen en la vida.

La ley calla, el mundo olvida;
más, ¿quién sacude tu yugo?

Al sumo hacedor le plugo
que, a solas con su pecado
Fueses tú, para el culpado
Delator, Juez y Verdugo.

Gaspar Nuñez de Arce.
(Poeta español siglo XIX)


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El Naufragio de la Libertad

 Comentarios acerca del libro Ética Para Amador de Fernando Savater. 
Trabajo para la Cátedra de Ética Jurídica.

Muy interesante la forma como aborda el tema el autor, al más clásico estilo de Cicerón, quien hizo lo propio con su hijo Marco, o de Séneca, que a su amigo Lucilio escribió memorables cartas; pero en este caso usando un lenguaje totalmente llano y pretendiendo simplificar los conceptos, todo en un intento de hacerlo mas digerible a los adolescentes, a quienes va dirigido.


El autor centra su exposición en la idea de libertad, planteando la ética como una especie de opción de vida libre pero ineludible para el buen vivir, y en consecuencia...
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 La Historia de un Pupilo

Hallábase sentado el pupilo en cualquier sitio de aquella fresca mañana. Junto a él, sobre la descuidada banca, el tan ansiado título pugnaba por no acompañar al viento en su raudo andar.

-¿Ahora qué hago?- se preguntaba confundido -Tanto esperar este momento y no tengo nada.

Sentíase desorientado aquél pupilo. Le parecía que el cúmulo de conocimientos de tantos años de sacrificios, como remolino hubiesen salido de su mente, dejándolo vacío.

Sus compañeros ahora estaban celebrando, unos revisando locales para sus oficinas, otros comprando trajes apropiados para el correcto ejercicio de su profesión. Pero ¿por qué él se sentía tan desguarnecido?, ¿Dónde estaba el Derecho, aquella noble ciencia que con tanto esfuerzo culminó y que determinaría su vida en adelante?

-¿Qué futuro tendré?- además preguntábase aterrorizado...
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 La Pena de Muerte
Un Absurdo

El conócete a ti mismo que signa el frontispicio del templo de Apolo  en Delfos, es una invocación a la perfección del hombre, una alegoría a la vida plena y absoluta, un llamado a Dios. Pues solo dentro de si puede el ser humano hallar el verdadero sentido de su existencia.   Porque cada hombre, en cuanto imagen y semejanza de Dios, es potencialmente perfecto. Porque dentro de cada hombre existe un Cristo, padre e hijo, fruto y semilla, capaz de ser vida para la vida, pero también susceptible de sucumbir, igual que el mártir del Gólgota, a manos del hombre mismo. Por eso, quien mata a un hombre mata a todos los hombres del mundo.

Luego, ¿Cuantos cristos han existido en este mundo de desolación? ¿Cuántos deambulan por esta tierra de dolor llevando a cuestas el horror y la crueldad de la miseria humana, y cuantos Gólgotas se yerguen...
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 La Bruja que Enseñaba Derecho

Su voz, más que voz, eructo perenne nacido en el averno, cuajada por todas las pestilencias propias de su triste origen; tornábase en grandes tentáculos que aprisionaban sus cerebros, inmovilizando las ideas y paralizando su razón, como pretendiendo con tal cruel tormento crear la herrumbre del desuso y anquilosar los pensamientos, matar a sus conciencias.
Si, era ella, la Bruja que enseñaba Derecho, pero su mente retorcida estaba, como corresponde a quien funge en el lado oscuro de la vida, a quien sume en el estiércol la otrora altiva y resplandeciente Pedagogía. Tenía un ayudante, un cerdito, de blancos cabellos y sumiso y lacayo porte; amén de los fieles Pilatos, vehículos de legitimación de sus abyectas acciones. Y los pupilos, sujetos insoslayablemente a su cruel...
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Solamente un Sueño

En sus sueños resplandeció
¡qué hermosa aparición!
Radiante, sonriente, ojos tiernos, llenos de fulgor,
era suya, regalo de Cupido, el dios del amor.

Si era ella, su boca, sus cabellos, sus ojos, su voz,

pero en su pecho, ¡Oh Dios, no hay corazón!
sólo piedra, dura y fría como mármol de escultor.

Prestóse pues a tallar la piedra en corazón

a darle vida, a darle calor.
Y golpeaba y golpeaba con toda pasión
pero dura y fría permanecía,
sin vida, solo marcada por la erosión
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 Modelo d mensaje d texto 
para un viernes en la mañana...

Sabes que anoche tuve un collage de recuerdos y sensaciones. Te deseé más que nunca. En una extraña y excitante mezcla de conciencia y fantasía, estimulaste absolutamente todos mis sentidos. El sabor de tu piel enloquecía mi lengua. La tersura de tus formas hacía que mis manos quisieran ir más allá de los límites externos. El aroma de tu excitación humedecía de placer mi pensamiento. La excitante melodía de tus quejidos, murmullos, susurros, combinados con nuestras respiraciones agitadas y entrecortadas eran un himno al erotismo. Y  la estampa de tu cuerpo curvándose de placer, como queriendo contener el torbellino de sensaciones que lo recorría y buscaba estallar.... Todo me llevo a los limites de la excitación, una y otra vez manaba de mi toda la fuerza del deseo, buscándote, queriendo que sintieras su tibieza vertiendo sobre las convulsiones de tu cuerpo....

Javier A. Rodríguez G.
  

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 Fugacidades del Pensamiento

Caminaba rauda entre las penumbras de la noche, por las pequeñas calles de aquella ciudad sin nombre, sus hábitos pesaban por la cortinilla de lluvia que le entorpecía el paso, la humedad lo acercaba a su cuerpo, insinuando las formas de mujer, maravilla de la naturaleza.

Tan poco le faltaba para llegar y tan lejano le parecía, cada paso era un segundo en una eternidad de distancia. Presentía que algo pasaría, pues el tiempo no se detiene en vano sino para marcar nuestras vidas. Su respiración estaba agitada, delatando en ir y venir los sensuales pechos deseosos de emerger.


Continuaba así la marcha, el movimiento de su mano izquierda parecía atraer la entrada de aquella callejuela que se  perfilaba a su mirada. Trató de ignorarla, siguiendo recto su camino, queriendo dejar atrás esa oscura tentación...

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EL METAVERSO EN DOS CLAVES

 


 

Toda obra tecnológica es expresión de la posibilidad, en plenitud siempre actual, del quehacer humano. Desde aquellas rudimentarias herramientas de sílex, el dominio del fuego y el instrumental básico subsiguiente, se fundamentó la progresividad del obrar con el que el ser humano ha allanado los senderos de su extraordinario emprendimiento existencial, del cual una de sus posibilidades es el estatus tecnológico que ostenta la sociedad contemporánea. Progreso que no implica, al modo renacentista cartesiano, una perspectiva finalista, conclusivamente necesaria; sino la ampliación probabilística de objetivos, opciones y posibilidades; de cuya elección, disposición y aceptación se construye la cultura tecnológica.

Hasta hace un siglo el quehacer tecnológico, fundamentalmente práctico-empírico, desfasado de su entendimiento y comprensión científica,
respondía a dos premisas que le informaban en virtud su instrumentalidad: justa utilidad y sana necesidad. Empero, con la industrialización de las sociedades, el dominio científico de la tecnología y el forjamiento interesado de teorías como la del valor, en principio usada dolosamente para abrogar del obrar tecnológico la virtud, el bien, la utilidad y relativizar lo justo, ético y moral, al propósito de mutarlo culturalmente de medio a fin.

Ahora, es necesario comprender que todo obrar tecnológico, aunque afecte al ser humano, su hábitat  y ecosistema, evolutivamente es válido, en cuanto posibilidad de lo posible; incluso si extinguiere nuestra especie y hasta la vida en el planeta. Puesto que el problema del desarrollo tecnológico se despeja esencialmente hacia la comprensión del libre albedrío, cuya plenitud se alcanza dentro de los linderos de lo ético-moral, justa racionalidad y necesaria espiritualidad.

De esa forma, por ejemplo, el estatus de la actual tecnología de las comunicaciones es expresión probabilísticamente necesaria de una intención que iniciara con los mensajes de palabra, de humo, sonoros y escritos: Allanar los obstáculos que dificultan o imposibilitan de cualquier forma la comunicación entre los seres humanos, en toda expresión y posibilidad. Igualmente, la cinematografía, y sus iniciales rudimentos, como el biofonógrafo, de los Lumiere, el” séptimo arte”; patentiza una posibilidad hacia la concreción del sueño del que escuchaba la Iliada en voz de Homero: haber presenciado y vivido la epopeya. De ahí la magia del cine, un absoluto de Hegel, la imaginación hecha realidad. Y ni hablar de las actuales tecnologías en ciernes, de la construcción virtual holográfica de realidades imaginarias o históricas, que anuncian posibilidades de expresión artística, literaria, histórica, científica, humanística y cultural maravillosas, delirantes hasta hace poco.

Hasta aquí, conformes con sentido irreversible de la evolución, todo ello sería asumible sin mayores traumas, conflictos o contradicciones, que no sean de adaptabilidad, de prefencia por tecnologías tradicionales o la tergiversación y mediocridad de los contenidos.

El problema radica, como se ha dicho, en el traspasar las demarcaciones éticas, morales, racionales y espirituales, hacia la alienación del ser a una realidad inexistente, en sociedades ficticias pero reales y mundos imaginarios pero ciertos, y lo peor aún, la expropiación del ser; hacia la posibilidad de un neo-vasallaje a los designios de un “Sr. Virtual”, creador de realidades, verdades, falsedades, paz, guerras, vidas, muertes y resurrecciones; un dios pretaporté creando realidades y mundos a pedidos.

Es precisamente hoy, cuando la concepción de la realidad ha alcanzado niveles inimaginados de abstracción, merced a teorías como la de la relatividad, la "contradicción" delatada por la naturaleza de la luz, el desvelamiento del impredecible, incierto y entrelazado mundo cuántico, más la virtualización exponencialmente creciente hacia el establecimiento de la filosofía-ciencia, socio-política, axio-cultura del Metaverso; se impone, más que nunca, la preservación de la "realidad auténtica";  por la cual  es y en la que es el ser, y que, aun bajo el supuesto que resultare una farsa cuántica, y por ende también falso el ser; aún así continuaría siendo la auténtica falsa realidad, con seres falsos en un universo falso. Valga decir, no existe opción: El único substrato existencial “real“ del ser humano, está donde se conforma el polvo del que se constituyen y el que terminan sus huesos; donde intuye, descubre y nutre su ser espiritual con la virtud de la justicia, igualdad, libertad, amor, paz y felicidad; donde la racionalidad sustenta el soñar; y en donde se le plantea en propósito de fe la necesidad de Dios.

Ahí es donde debe concentrarse la acción pedagógica: La preservación del ser, desde la conformación de un sustrato ético-moral, racional y espiritual, que mantenga dentro de los espacios de utilidad y justa necesidad la tecnología del Metaverso. Siendo que la libertad individual y social en el porvenir, será la medida de la autonomía del ser respecto del mundo virtual del Metaverso.

 

EL METAVERSO EN OTRA CLAVE.

Cuando aquel torpe homínido agregó el azul al cielo y lo hizo hermoso, despertaba en conciencia a la realidad; bajo el hermoso cielo azul, en la infinitud del universo ahora podía soñar.

De palabras el habla, de versos el pensamiento, de entretejidos, la prosa, la literatura de enojados, jocosos, conflictivos, enlutados, sufridos y enamorados. De ciertos la ciencia, de razonados la filosofía; y de canciones, los amores, las penas y dichas del alma mía.

Del verso lo real, la realidad, del universo; del converso la paz; protección, del anverso; del reverso lección; del metaverso ilusión, y de la conciencia del verso la verdad del universo.

El Metaverso es Cervantes, andando en rocinante contra los molinos de viento de quijotes cuantificados. Es la negación de libertad y expropiación del ser, hacia el simple pertenecer a un mundo virtualmente manipulado.

Ante la realidad del Metaverso, la preservación del ser racional y libre,; para no vivir en ilusión enajenado de la realidad, ni morir en la realidad sin haberse atrevido a soñar.

Hermoso cielo azul
que tus lágrimas derramas,
de luto por la virtud,
en duelo por las almas.

Vierte tu radiante luz
en la conciencia extraviada.
A la razón, añil de horizonte,
A la libertad, celeste de esperanza.
Y amplitud dadle al pensamiento,
desde la hermosura de tu azul
hacia la infinitud del universo.



Javier A. Rodríguez G.

viernes, 21 de enero de 2022

EL ÚLTIMO CAMINO

 

EL ÚLTIMO CAMINO

 


 

La espesura de la selva abrazaba el seco ruido del avanzar del caballo, ella no quería ser testigo de la ignominia, pretendiendo ahogar la cuenta regresiva hacia un destino inefable pero ineludible, marcada por el síncrono golpe de la triste marcha.

Todas las aves y animales guardaban silencio al paso del andante y el viento ya no quiso pasear por allí, yendo en busca de otros rumbos. Parecía que la naturaleza entera quisiese pasar desapercibida y burlar al destino, de faz humana, que aguarda en cualquier recodo.

Sobre el caballo el hombre, mirada lejana, cuerpo distendido, como si viajara rumbo a la nada, como si en cada metro andado avanzara su carne y el alma quedara; era como si aquel viajero fuera regando la vida a lo largo del camino, vida que se agotaba, lo sentía y padecía, dejando el cuerpo vacío.

Atrás el testigo, cual séquito fúnebre el perro, amigo de camino, su llanto imperceptible suena igual a una triste oración, haciendo más lúgubre y premonitoria estampa.
 
Más veloces que los pasos que llevaban su cuerpo, cabalgaban en a mente de aquel andante los recuerdos. Del niño, hecho hombre a destiempo, en vestigio arqueológico todavía en sus neuronas estaba grabada la inocencia, lo maravilloso, lo sublimemente bello y lo potencialmente perfecto de la vida del ser humano. Es que en su mundo de ilusiones aquel niño quiso ser maestro, y dar lumbre a la oscuridad de la ignorancia. También alguna vez deseó ser médico y calmar tantos males físicos, además de los de conciencias, que a su pueblo aquejaban. Y otrora soñaba lo maravilloso que sería ser ingeniero y trazar el desarrollo material, aunque no espiritual, de su patria. Pero a esta pugna de recuerdos se impone decisiva la tajante afirmación con que el infante le respondiera a la niña de los ojos tiernos:
¡¡Quiero ser soldado y liberar a mi patria!! . Soldado el niño fue, valiente, astuto, recto, noble y honesto. Liberar a la patria el hombre intentó, pero a la patria no la redimen ni cinco, ni tres, ni dos sino todos los hermanos de tierra unidos por la causa de su justa y pacifica coexistencia – hubo enunciado aquel viajero antes de partir.

En este momento aparece en sus retinas, cada vez más grande y difuminándole los recuerdos, la figura de una mujer a la orilla del camino; no sabia si avanzaba o era ella que se acercaba, o quizás tan solo una cruda imagen que su memoria le pintaba

Al breve instante de andar tenia la mujer enfrente. Era una hembra color tierra y desolada, que con justa fuerza cargaba en brazo a un robusto niño prendado con los  labios a su generoso pecho, mientras con la otra mano sujetaba en perfecto equilibrio un pesado haz de leña que, amortiguado por algo parecido a un turbante improvisado, descansaba sobre su cabeza.

Tenía aquella fémina la mirada perdida y el rostro inclemente marcado por los años, joven de cuerpo pero antigua el alma, por el sufrimiento, por la desilusión, por la lucha perdida, por la desesperanza. El contraluz trasparentaba el roído vestido, permitiendo entrever las robustas y carnales formas de la hembra, siempre en celo, siempre dispuesta a parirle hijos a la patria. ¡¡ Pero su espíritu, en la triste y vacía mirada no podía contemplarse, era como si íntegro y límpido brotara a borbollones por sus pezones, con los mejores sabores de la esperanza !!

¡Que maravillosa mujer! pensó el viajero. Tal vez tenía la vida tan menguada como el que la observaba, y sin embargo, por el brazo que delicada pero firmemente sostenía y protegía al crío, por la leña que sobre su cabeza más que pesada carga era fuente de calor que al vástago procuraba, y principalmente, por el tibio y mágico fluido que de sus tetas manaba, ¡¡era vida, llena de ilusiones, de potencialidades y de esperanzas, lo que esa noble mujer al niño le insuflaba!!

Así es la mujer continuó diciéndose el conmovido andante prolongación de la tierra, semillero de esperanzas. Esos son los niños, simiente que germina, cosecha del mañana. Reguémoslos con dignidad y libertad, que mientras ellos existan habrá futuro habrá patria.

Hacía mucho rato que la mujer de la mirada perdida y los pezones de esperanzas había desaparecido de las pupilas del viajero, y ya variadas y caprichosas Imágenes retozaban a las puertas de su conciencia, cuando asíncronos pasos con los que ya marcaban el ritmo de su aciaga marcha, le hicieron alzar la mirada.

Venía un caballo de buen porte en ágil y raudo pasitrote, que, no obstante, por la incomodidad de su andar parecía querer lanzar por el aire la pesada carga que aparentaba significarle su montante. Un hombre delgado y muy bien trajeado, de finas manos y botas ajenas a la tierra, par éste de óptimo cuero y en perfecto encaje sendas espuelas de plata, cuyos bellos reflejos resultaban envilecidos por la sangre que bañaba sus aristas como escarcha.

Aquel hombre tenía presencia en apariencia limpia y rostro feliz y rebosante, y aunque un tanto prepotente, parecía agradable. Pero esa mirada, aquella mirada ya la conocía, era el reflejo del aberrado espíritu de los demagogos que depredan los bienes y menoscaban la felicidad de los pueblos, con tal astucia que luego aparecen como héroes.

se dijo el que iba  sin lugar a dudas se trata de uno de los tantos politicuelos que en vez de llorar sobre la sangre de la libertad, danzan cual carroñas peleándose los retazos de la patria destrozada. Así como las espuelas de este hombre es la patria concluyó sus pensamientos el jinete  dinero y riquezas, sangre y sufrimiento, más ¿cuándo felicidad, cuándo entre los hombres concordia y entendimiento?.

Y el ente marchante siguió su camino. Tenía la mirada más triste y era la marcha más sosegada. El caballo, un tanto nervioso, a veces daba hacia un lado y a veces hacia el otro. El perro continuaba a la saga, ya se había tragado los sollozos, ahora le lloraba la mirada. Pero todos seguían estóicamente al encuentro con el destino, que les esperaba.

Andando el tiempo el trío bordeó un grueso tronco atravesado en el camino; y con el jinete delante, la línea del tronco atrás parecía el margen superior de su triste epitafio,

Muchos recuerdos se agolpaban en las pupilas de aquel hombre, fundiéndose con la porción de camino que captaba su mirada baja.
Lánzale la piedra al mango le gritaban sus amigos de infancia. Y él arremetía con andanadas de piedras contra fruto inalcanzable, hasta que al fin caía. Qué ironía, cuánto hubiese dado por contnuar lanzándole a los frutos piedras y no balas a los hombres. Tras condecoraciones, triunfos, victorias y vivas de multitudes frenéticas, ¿qué quedaba?, el desasosiego, el ánimo menguado, la traición a cuestas y la esperanza perdida de dos hombres, él y el otro, que también solo y triste, lejos muy lejos moría. Ojalá que tanta muerte, tanta miseria, tanto crimen y tanto horror, sirvan algún día, como las piedras de aquel niño, para hacer caer sobre estos pueblos el fruto de la paz y de la felicidad.

El hieratismo de la pesada y triste marcha se rompió por la presencia a la vera del camino, de un sujeto en extraña posición.

Hallábase sentado sobre una pequeña piedra Tenía una pierna extendida, la más cercana a la vista del jinete, en línea recta hacia la otra orilla del camino y abarcando buena parte de la angosta vía. La pierna izquierda encogida, el pie descalzo sobre la tierra y la rodilla cerrada al máximo con cierta fuerza. Parecía pretender que la complexión de una escapara por la otra. Entreabría los labios tarareando algo a modo de canción indescifrable y casi inaudible, mientras en la roída bota que sostenía con sus manos parecía auscultar la causa del débil pero persistente y tormentoso malestar de su extremidad.

Al tener la sombra del jinete robándole la claridad que se infiltraba por entre el follaje, el extraño no levantó sus ojos pequeños rapaces, pero sí esbozó una falsa sonrisa que insinuaba grotescos pliegues en su reseco rostro.

¿Para donde va el amigo? entreabriendo un poco más los deslineados, delgados y resquebrajados labios, con voz grave y apagada, sin mover aún la mirada y con la bota todavía en sus manos, preguntó cuasi irónicamente aquel sujeto.

El jinete, ya detenido y sin querer hablar, pues le parecía lo había olvidado, sólo pensaba, mejor dicho, únicamente recordaba, porque el verbo de su ya exigua existencia parecía limitarse al pretérito de sus recuerdos, observó al hombre y un pálido frío navegó por todo su cuerpo, al presentir que aquel era "el judas" que lo entregaba.

Voy en busca de mi destino no obstante alcanzó a replicar, todavía con algunos visos de noble altivez.

Pues sigue adelante que tu destino te espera sentenció con su tono de Ironía soslayada el extraño.

El andante se despidió con un casi imperceptible movimiento de cabeza, mientras buscaba la línea de fuga del camino. El caballo pareció entender la Intención de su montante y automáticamente retomó el ritmo de marcha que hubo traído. Y bajo su sombra, el perro salta sobre la tendida pierna del extraño, que quedaba atrás como queriendo cortar el camino, o tal vez como línea de cierre de un epitafio en blanco, sin letras ni palabras, únicamente lleno de tristezas, quizás para que los andantes graben y diluyan en él los infortunios de sus existencias.

Hacía poco que el viajero había retornado a hurgar en su memoria, deseando encontrar, al fin, aquello que otrora diera plenitud a su ser y ahora parecía le faltaba. Ya que por más que buscaba y buscaba no hallaba dentro del baúl de los recuerdos, entre las glorias y los triunfos y hasta en las cosas menudas y cotidianas, aquello, ese algo, el punto donde convergen todas las aspiraciones y logros y que constituye la aureola que corona a todo hombre y ciudadano pleno.

¿Por qué aquella luz que me hubo acompañado siempre ahora me falta Interrogábase en sus adentros  ¿Será simple ilusión? ¡¡ ¿Por qué hay tanta oscuridad en mi alma? !!.

De pronto se rompen los recuerdos, por vez primera se percata del silente escenario que lo ha venido siguiendo, y de que ya hacía rato del mundo él se estaba yendo.

¡¡¡Y toda la miseria humana estalla sobre aquel grande pero triste hombre !!

El retumbe de la maldad, de la ingratitud y de la traición, cual alarido de dolor lo repitió la selva por todo rincón, mientras el viento, ahora presente y llorando, parecía buscar las conciencias de los hombres cuando llevaba por todos los pueblos el aciago pregón.

El áspero relinchar el caballo se lo había tragado, y el perro los secos ladridos pugnaba por mantener guardados. Ellos, impotentes testigos, querían no herir con sus silencios los últimos pensamientos del gallardo compañero y triste muy triste amigo.

Aquel mártir siente que sus recuerdos se congestionan. Ahora no son uno detrás del otro sino todos a la vez. Su memoria se desparrama sobre su conciencia, enturbiándola y formando un collage de recuerdos: el niño, las guerras, los triunfos, la miseria, la ignorancia, la vida, la muerte, la traición ... y arriba en el centro El General, cuán parecidas fueron sus vidas y que iguales sus destinos.

Y ya el cuerpo en caída libre, mira turbiamente el suelo, ¡¡¡la tierra !!!, y esboza una plácida sonrisa en su ya pálido y lánguido rostro.

Si cual corolario de su vida atinó a pensar precisamente es en esta tierra donde deben converger las realizaciones de los hombres. Pues un hombre sin patria es un miserable. Es esta tierra que nos da la vida y que ahora me reclama, es la gente que en ella habita, es la aureola que a los pueblos une e ilumina, ¡¡ es la patria que bien vale toda una vida !!.

Y aquel ilustre, sabio, valiente y noble guerrero abrazó la tierra.

¡¡Así no se mata a un hombre, únicamente con dolor y lágrimas quitaremos de nuestro porvenir la sangre de este justo !! Gritaba aireado un anciano en una esquina, mientras con el bastón golpeaba enérgicamente la tierra que lo reclamó, por no poder hacerlo al pueblo que lo mató.

Mientras el poeta, guardián de verdades y en premonición de lo que pasaría luego en Santa Marta, recriminaba a las gentes y fustigaba las conciencias de hombres, con un reproche y lamento que resonaría por siempre en la memoria aquellos pueblos:



Por la tierra vertía la sangre
de aquel ilustre guerrero,
como queriendo saciar el hambre
de la ingratitud de su pueblo.

Del cuerpo yacente manaba,
de escarlata se iba la vida.
¿Qué vida) ¿Qué esperanza?
 Esperanza y vida menguadas.

Y tiñose el agreste suelo
de Pichincha y Ayacucho,
de Berruecos,
del que en guerra por irracional,
absurda,
diera libertad a su pueblo .

Mas contra los grillos de
sus conciencias
no pudo el valeroso guerrero.

Vengan todos a Berruecos
a ver correr la sangre
del hombre.
Vengan todos a saciar la sed
con sangre seca de ilusiones,
y esperanzas.
Pues aquel ente marchante,
cargando cuerpo y arrastrando victorias,
¡¡ por dentro llevaba muerta el alma ¡!



Javier A. Rodríguez G.

Nota: Este relato fue hackeado y borrado de sus respectivas publicaciones en este blog y el otro pertenecientes al autor. Se agradece cualquier información al respecto. Unidos podemos detener esas prácticas criminales.

lunes, 29 de marzo de 2021

El Legado de Elena

Hacía rato esculcaba el viejo baúl del abuelo. Entre antiguos retratos con hieráticas figuras apenas visibles entre los resquebrajos de la albúmina, cuasi por sortilegio asida del roído papel, negándose a dejar de atestiguar aquellos tiempos idos; observó una pequeña y amarillenta libreta que parecía deshacerse con apenas el roce de su mano.


La curiosidad de sus 25 años hurgó las desleídas hojas. No era un diario. La ausencia de cronología alguna y la yuxtaposición desordenada de ideas traslucían la pretensión de constituirse en extensión de la mente del escribiente, como queriendo salvar los recuerdos más allá de sus tiempos existenciales.

Sueños de chico, algunos devaneos de enamorado entre breves pasajes de su nativa España, junto a los resaltes de la participación en aquellas escaramuzas bélicas en las tierras santas de Jerusalén, evidenciaban la intimidad de las notas profanadas. Pudoroso se dispuso a cerrar la libreta, cuando aquella corta estrofa entreverada en la sintaxis de un texto llamó su atención: “Eran tres los soldados, cargando la cruz del Señor. Era de tres el secreto, que la providencia les dio. Era de tres la dicha y el profundo dolor... Lo he visto…”

La curiosidad lo embargó por esa última frase. ¿Cuál era su lógica? ¿A cuál secreto referíase? ¿Por qué aparecía cortada, como no queriendo o no pudiendo continuar? ¿Qué fue lo que supuestamente vio el abuelo? ¿Por qué la extraña mescolanza de dicha y dolor? Surgieron en retahíla las interrogantes…

Tras el largo, impaciente y nervioso rehojeo de páginas, pudo leer otras estrofas que parecían ser la continuación de aquellos pensamientos. Escritas mucho después, tal vez en esos momentos humanos cuando el peso de los recuerdos obliga a alivianar en tinta las cargas de la conciencia, quizás buscando mantener vivo el secreto; en fin, allí estaban las palabras, discurriendo entre un relato inconexo: “Lo he visto, lo he visto, Jesús no resucitó, he tocado sus huesos. El Cristo no resucitó”, se leía en el inciso, seguido de una serie de números, especie de clave o pista, cuyo sentido parece esconderse tras el pensamiento que atestiguan.

Incrédulo y perplejo, en sus ojos se arremolinan los pensamientos. ¿Cristo no resucitó?, atinaba a preguntarse afirmando. Luego entonces ¿no era el hijo de Dios? y por tanto ¿se quedaría la fe cristiana sin sustento alguno? ¡¡Dios!! ¿Cómo pudo mi abuelo verlo? ¿Cuál inmensa sería su angustia al saberse poseedor de una verdad capaz de derrumbar su religión, dejando huérfanos de fe a millones de creyentes en el mundo?

Ahora comprendía su renuencia en hablar de religión. Muchas cosas adquirieron el sentido, la hilaridad racional ausente en su momento. La contumacia del abuelo a responder sus interrogantes respecto del Cristo y la sentencia con que allanaba cualquier cuestionamiento: “El demonio tiene mil formas de hacernos sus instrumentos”.

Retahíla de preguntas se amotinaron en su conciencia mientras buscaba recobrar la sobriedad de la realidad, fustigando su racionalidad: ¿Será verdad? ¿Por cuál razón mentiría el abuelo? ¿Sería producto de su imaginación? ¿Lo engañaron?  Pero… ¿y si fuera cierto?, concluyó, con la duda prendada ya a su existencia, como la sombra de una luz escondida, constituyendo el pasivo existencial que en adelante determinaría su vida y algún día habría de solventar.


EL CAMINO HACIA LA VERDAD

Hace ya diez años desde aquella tarde cuando halló la pequeña libreta del abuelo, ahora la tiene en sus manos mientras desde la mirilla del avión contempla la mágica espiritualidad de la Tierra Santa. Al fin cumplirá la…, no es promesa, más bien necesidad de recuperar el sosiego de su conciencia y la tranquilidad espiritual. Ese legado de la providencia es una cruz que no está dispuesto a llevar más, pero no huirá ni será preso de ese secreto, como el abuelo, pues lo enfrentará en toda su descarnada verdad o falsedad.

Me convenceré de que fue una simple ilusión de mi abuelo y todo estará bien, se decía hacia sus adentros, como necesitando cubrir con argumentos ciertos el boquete espiritual por donde amenazan con escapar los pocos fundamentos, o más bien argumentos de su menguada religiosidad.

Por sobre el murmullo de la ciudad se impone la espiritualidad de esta tierra, cuna de la religión cristiana y tal vez poseedora de la verdad que la sepultaría para siempre.

Desde la ventana del antiguo hospedaje se divisa en lontananza el Monte de los Olivos, el de reflexión, de tentaciones y de traiciones. Cuasi enfrentándolo, El Gólgota punza en las conciencias de la humanidad el dolor, el sufrimiento, la irracionalidad, la muerte y el renacer. ¿Renacer y muerte?, se interroga, cayendo en la realidad de la razón de estar allí.

Al amanecer toma su roída y preciada mochila y parte hacia El Gólgota. Lo anda, lo siente, lo vive, lo palpa. Quizás buscando la sangre de aquel justo; quiere verle el rostro miserable a la irracionalidad humana. Poco a poco va sintiendo la carga espiritual de siglos de aquellos sitios queriendo estallar en la interrogante que desde hace una década atormenta a su conciencia: ¿Y si Cristo no resucitó?...

Con los últimos resplandores del día sus pasos deambulan por las singulares callejuelas, mirando a las personas en el trajín de sus existencialidades, tan diversas y complejas, pero al final confluyendo en un solo ser, el ser humano… Mientras tanto, su mente persiste en buscar respuesta a las notas de la libreta del abuelo.

La noche lo encuentra contemplando el muro de los lamentos. Aquí miles buscan sosiego para sus penas y sufrimientos, benditos quienes hallan la paz espiritual en las bienaventuranzas del prójimo.

Tras el andar, a la distancia se va magnificando el Calvario; y mientras los lloros de la luna pincelan de plata a ese ícono de los vicios e irracionalidad del ser humano, los cantos de algunos peregrinos suenan como himnos de salvación, esperanza y fe.


 EL ENCUENTRO

Ya en la pequeña posada y luego de acicalarse lo necesario, baja a la pequeña sala de estar. Su exigua luz pincela de claroscuros el misterio, encanto y magia el rostro de la mujer que flanquea la entrada. No importa si ella es de los de unos u otros, pues los designios del Señor no distingue los linderos de irracionalidad que segregan sus existencias.

Después del rápido pero ameno e inevitable flirteo con aquella subyugante dama; el hasta luego, cargado  de interrogantes y expectativas, a lo mejor augura la voluntad divina de un mágico entrecruce de genes, de la mezcla de dos culturas en la cuna de la religión en común.

Por ahora, a lo que ha venido. Lo esperan en el pequeño bar contiguo, cuya entrada está signada en el frontis por aquella invocación famosa de Delfos: “Conócete a ti mismo.” En verdad no sabe si es advertencia, ironía o simple referencia filosófica; lo cierto es que, cuando el ser humano hurga en lo profundo de su humanidad y espiritualidad y logra verse en la alegría y dolor del otro, la paz tiene su imperio asegurado.

En un rincón está, sin lugar a dudas, el que lo espera. Con ambas manos sobre la pequeña mesa de cedro, cuyos cortes austeros y la simpleza de líneas subyugadas por la textura noble de la madera, evidentemente acariciada por las manos oficiosas del artesano, delata su consonancia con toda una filosofía de vida, en donde la utilidad es seducida discretamente por la belleza elemental natural de las cosas, en comunión trascendente de lo material hacia el propósito espiritual. Tal vez así lucían las del carpintero llamado José…, afirma en su pensamiento.

El personaje está a la hora acordada a través del intermediario. Cuerpo menudo y edad ya en deuda con el tiempo (aproximadamente la que tendría el abuelo) Ropaje sencillo y un tanto descuidado pero agradable. En general, facciones, gestos y actitudes evidenciando la mimetización genética y cultural con su entorno; hasta su palabra tiene el dejo de sabiduría, misterio y espiritualidad de esta ancestral tierra. ¿Acaso no hubieron sido personajes como este, quienes nos legaron las sagradas escrituras?, esta vez interroga, también desde el sigilo de sus neuronas.

La conversación fluye en protocolar calma, dejando intersticios para la conformación del ambiente común de reflexión imperante en el lugar. Luego las palabras entrecortadas y la disgregación de ideas rehúyen abrirle paso a lo concreto de aquella entrevista: La relación de ese hombre con su abuelo; y algo más…, el “asunto” que desde el inicio ha estado en el ambiente sin dejarse entrever en los labios de uno ni del otro.

Entre anécdotas y gratos recuerdos de lo bueno y lo malo, el hablar ya es ameno y franco; pero aún así no logra aflorar por algún resquicio el inmenso secreto que tácitamente impregna el ambiente. Hasta que la incertidumbre represada irrumpe con una pregunta directa y desencajada  de la conversación; el interpelado, por vez primera expresa en su faz la terrible angustia ahogada, como si le hubiesen lacerado una llaga descarnada en lo más íntimo de su ser.

No, no…, no he compartido ningún secreto entre tres. El otro compañero ya no está… Entre nosotros sólo hubo una profunda y entrañable amistad, responde, tensando las manos sobre la mesa, como queriendo traspasarle la inmensa verdad que avasalla su conciencia y atormenta su espíritu, agregando, cual epitafio: Existen secretos que destruyen verdades, y verdades que siendo secretos, posibilitan hermosas falsedades.

Luego del respetuoso silencio, las palabras comienzan a sobrar, y la tácita despedida fluye en el hablar, ahora mezquino y triste…

En fin, concluye en pensamiento mientras su cuerpo se despide del indescifrable personaje, así culminan siempre las conversaciones en estos lugares, rezumando las tristezas y horrores de siglos acumulados, paradójicamente sembrados en esta tierra sagrada, aunque siempre con el dejo de la esperanza de su fe. Tal vez, como lo termina de sentenciar este triste hombre, mejor es que la verdad siga oculta para poder así sustentar la fe…

Ya de regreso a la pequeña habitación y sin haber logrado liberar a aquel hombre de la prisión de esa verdad huidiza que ahora determina más profundamente su existencia; en el pequeño pasadizo previo, mimetizada en aroma con el frondoso durazno que la flanquea, está aquella chica de hace rato… Entre la conversación cada vez más lo subyuga esa sublime mezcla de espiritualidad y tentadora seducción de la mujer de esos lares. Y mientras la magia de la naturaleza apuesta al entrecruce genético, decenas de interrogantes antesalan su atribulada conciencia.      


ENTRE OLIVOS, ESPERANZA Y  FE

Con las primeras luces del nuevo día, entre el naciente murmullo de fresca cotidianidad de la Tierra Santa, y todavía con la sentencia del amigo de su abuelo en las sintaxis de las neuronas, trajinadas, esculcando sentido y coherencia a lo que tal vez fue sólo advertencia; parte hacia el Jardín de los Olivos por parajes que se revelan preciosos y reconfortantes espiritualmente.

A lo mejor, dice hacia sus adentros, en ese sitio tan trascendente para Jesús, donde meditó tanto, donde compartió con sus discípulos, donde doblegó a la tentación y donde esperó la traición del hombre; encuentro la luz que me ayude a redimirme de ese secreto que no conozco, para estar en paz con mi conciencia, con la historia y con la religión que he desdeñado.

Así, camina, contempla y disfruta toda la riqueza histórica y religiosa, rostros plenos de fe entremezclados con los estoicos de los turistas de oficio, y aquella simbiosis sublime entre humanidad, espiritualidad y fe que traspira el ambiente e impera por sobre el ininteligible murmullo de vida que poco a poco se va haciendo respetuoso silencio, a la vez que el cielo, con hermosos destellos oculta su luz; tal vez queriendo convencerlo de que dejando atrás aquel secreto, ahogando su curiosidad, se resguarda la fe y la religión.

Con los últimos rayos del sol contorneando y siluetando a los comensales y conversantes del pequeño paradero que cuida el camino de regreso, su pensamiento es ahogado por el leve bullicio del sitio mientras esculca en el pretérito de su mente algún indicio, alguna razón, una respuesta justa, del por qué y para qué está allí; si en definitiva es la verdad de un simple ser humano contra la certeza de millones. Pero… ¿cuál verdad? Si tan sólo tuviera algún sustento para esta trama que está determinando mi existir, se dice, mientras sus sentidos se enfocan en las palabras de la mujer de la mesa contigua al hombre que la acompaña.

Me salvó, él me salvó de esa enfermedad tan cruel. Hace tantos años estaba desahuciada pero el nazareno salvó mi vida y me regaló estos años maravillosos junto a ti, a mis hijos y a todos mis seres queridos, le decía ella. Ambos de aparente mucho y grato vivir, tomadas las cuatro manos en un solo puño, él mirándola fijamente, cuasi con veneración, ella de frente al Monte, lejos en lontananza, la mirada alta en agradecimiento y veneración, los dos siluetándose con el resplandor del ocaso ostentando su gama de hermosos e inusuales ocres, llenos de misticismo, esperanza y fe.

Esa era la respuesta a su interrogante: la fe, que mueve montañas y enlaza a los seres humanos con sus potencialidades, con el universo, con Dios. Poco importa conocer o no el secreto, si existe una inmensa verdad que eclipsa cualquier duda: la fe.


DESASOCIEGO Y LUZ

Llega junto a la luna al pequeño hostal. Un extraño frio enmarca el ambiente de tibio recogimiento de los grupos disgregados en íntimos rincones, con uno u otro canto tenue de voces hieráticas, casi gregorianas, acentuando el misticismo del lugar.

Ya en su habitación, escudriña en Eart, tratando, en último intento, de obtener de su tablet la respuesta o al menos algo de sosiego a su angustia, mientras la resignación y también la frustración, poco a poco doblegan su curiosidad e imperioso apetito de verdad, queriendo cerrar por siempre el baúl del abuelo, junto a sus recuerdos y aquel secreto que lo atormenta. En tanto el sueño troyanamente se adueña de su conciencia.

Al rato, recién pasada la media noche, luego de un extraño sobresalto y todavía embriagado por el sueño, intenta apagar la tablet que entibia la otra almohada, pero algo llama su atención: Sobre la imagen del Jardín de los Olivos existe una marca de referencia nunca observada, con la siguiente etiqueta: “En la cifra está la respuesta”. Enseguida el asombro da paso a un torbellino de preguntas. ¿Se tratará de la respuesta al secreto? ¿Por qué, cómo y quién la colocó allí?  ¿A cuál cifra se refiere y donde está?

Disponíase a retomar el sueño forzado sobre su angustia, cuando sobresaltado exclama ¡¡Ya se!! ¡¡Tiene que ser…!! ¡¡Es aquella cifra sin sentido en la libreta del abuelo!! ¡¡¡ Son coordenadas!!!

Toma su tablet y nervioso registra en diversos órdenes aquella cifra de la pequeña libreta que temblorosa en su mano se resigna a ver su secreto profanado. Luego de varios intentos, allí está, una ubicación específica en el Monte de los Olivos, ¿será el sitio?, hace algunas horas anduve por esos parajes, ¿estará lo que busco allí? Sin más, registra las coordenadas en el teléfono y se dispone a partir hacia el lugar. Es ahora o nunca.


EL HERMOSO LEGADO 

Raudo el andar y volando los pensamientos el cansancio no mella su voluntad, más bien aumenta el paso, mientras silente lo sigue la tenue sombra que le pinta la creciente luna asomada entre caprichosas nubes.

Presuroso busca la ubicación del GPS. La afición arqueológica de su niñez le ayuda. Al fin está en el sitio. Un escalofrío de éxtasis recorre cada célula de su cuerpo, mientras mirando hacia el cielo siente que su voluntad se desmorona y el temor lo avasalla. Es el miedo al sacrilegio, a atentar contra las verdades que sustentan la religión y la fe.

Es increíble, tan cerca de nuestros pasos y tan lejos de la conciencia humana. Una pequeñísima colina camuflada por pequeños arbustos bañados por los haces de plata regados por la noche, está frente a él.

¿Cómo puede ser? ¿Estoy delirando o acaso sueño despierto?, se pregunta, mientras la incertidumbre lo embarga nuevamente.

¿Qué hace él allí? ¿Descubriendo lo descubierto? Si ya cientos de investigadores han esculcado cada centímetro de estas tierras. ¿Qué puede hallar? La probabilidad es remota, muy remota, aunque siempre probabilidad.

Con la curiosidad en la mente y la cautela en los pasos, se acerca a la base de la colina sin observar nada extraordinario, algunos pequeños olivos y el follaje en partes asomándose cauteloso, pero nada más.

Apesadumbrado se sienta en un montículo tratando de ordenar los pensamientos, y quizás de apaciguar sus expectativas hacia la resignación. Si existiese la tumba, se dice, sería accesible por excavación, y eso está muy lejos de mis posibilidades… En fin, ha de ser mi destino cargar a cuestas la angustia del secreto.

De pronto recuerda la frase inconexa en la libreta del abuelo: “Entre olivos la verdad será revelada”  ¡¡Sí!! Por supuesto, han de ser estos olivos, pero ¿dónde?

Presuroso corre hacia ellos y esculca el follaje que une sus pies. Se topa con lo que aparenta ser terracota o algo parecido, y al despejar con su navaja de explorador las hierbas y tierra que la cubre, revela un cuadrado de cuatro casi deshechos ladrillos por lado.

¡¡Ahí está!! Ese debe ser. ¡¡Dios mío!! ¿¡¡Qué hago!!? ¿Profano esta verdad terrible de milenios o marcho y venero a la bondadosa falsedad?  Pregunta mirando hacia el cielo, buscando la respuesta que desde siempre ha estado en su conciencia. La verdad mueve montañas, por la verdad murió el Cristo, y por la verdad debe ahora continuar…

Con un nudo cada vez más apretándole la garganta y ahogándole la conciencia, la navaja temblorosa poco a poco define los intersticios de los ladrillos, los quita uno a uno, colocándolos con cuidado a un costado. Una loza de piedra queda al descubierto; escarbando la tierra de sus bordes se dejan ver sendas muescas en forma de agarraderos. Sin pensarlo dos veces su ansia de verdad levanta en vilo aquella piedra, y lo que ve lo paraliza, sintiendo el inmenso peso más en su atribulado espíritu que en sus manos temblorosas.

¡¡Ahí está!! Exclama, un cofre aparente de piedra encajado en la tierra, con la avidez de siglos tragándose la claridad de la noche y retornándola en un tenue resplandor que rebosa el ambiente de misticismo y espiritualidad. Sus pies tiemblan tanto como trémola ha estado desde siempre su fe; y mientras los brazos exhaustos colocan la loza sobre las hierbas, pensamientos en torbellino nublan su conciencia. ¿Al fin conoceré el secreto? ¿Qué habrá adentro? ¿Estará él, Jesús? Pero, si murió y no resucitó ¿cómo puede ser el hijo de Dios?

Así, con punzante angustia y  exasperación, alzando las manos al cielo y dejando caer sus rodillas sobre las hierbas buenas y malas, con un grito ahogado exclama: ¿¡¡Dios, por qué tuve que ser yo, por qué me escogiste a mí!!?

No obstante una fuerza que doblega su voluntad lo coloca dentro del lugar; de alguna forma era un deber con la historia, con la religión de su abuelo y consigo mismo, con el sosiego de su espíritu.

A su lado, sobre un pilostre de piedras encajadas caprichosamente en sus formas naturales, está una especie de sarcófago intacto de grueso cedro oscurecido por los siglos, cuya armoniosa simpleza delata la mano tosca pero amorosa del hacedor. El lugar es de medidas exiguas, la parte superior apenas supera su estatura, y el sutil resplandor que llena de mágica acuarela de grises el recinto, pareciera posarse y a la vez emerger de aquel sarcófago. 

Con ceremonial calma introduce su navaja en el borde de la gruesa tapa encajada y poco a poco la levanta hasta quedar visibles los restos del que ha de ser Jesús el de Nazaret, el hombre que trajo a la humanidad un mensaje de amor, hermandad, dignidad, esperanza y fe, el hijo de Dios… Pero ¿si es el hijo de Dios, entonces por qué no resucitó como lo enseña el dogma de la fe cristiana? ¿Será error o cruel ilusión?

¡¡No puede ser!! Exclama, tras detallar sendas perforaciones en los huesos de sus manos y pies y empezar a revelar al lastre de su pañuelo las inscripciones cinceladas en la pequeña loza que pareciera cuidar los pies del yacente. La lee y relee nerviosamente palabra tras palabra, hasta lograr que su latín elemental y torpe le descifre el mensaje de aquella estela de piedra. 

“Yo, Elena de Constantinopla, manifiesto a la posteridad, que habiendo descubierto providencialmente un manuscrito del mismísimo Simón de Cirene, guardián del secreto más atesorado de la religión cristiana; por los designios imponderables de nuestro Dios, he hallado la tumba de su hijo Jesús y he palpado las laceraciones de la irracionalidad humana en sus huesos, tan humanos. Pero también he sentido como nunca su trascendencia de la muerte hacia un mensaje de vida, de esperanza y de fe. He aprendido que más allá de nuestros huesos, nuestra alma y nuestra espiritualidad son inmortales. Esa es la hermosa lección del Cristo, enseñarnos que aún andando podemos estar muertos, que nuestra resurrección espiritual se produce cuando descubrimos al Cristo en el prójimo y lo concretamos en un propósito común de fe. Porque el Cristo resucita con nosotros, con nuestra fe. Porque la resurrección es una eterna posibilidad iluminando e indicando un único camino: Dios. Hoy, al grabar mi fiel estas palabras temblorosas en la dura piedra, mientras mi cuerpo se estremece por la verdad revelada y en mi conciencia conflagran las posibilidades de su destino, he decidido legar a la posteridad la responsabilidad de revelar al mundo cristiano esta infinita verdad. No es tiempo de someter a los creyentes a semejante prueba de fe cuando nuestra religión apenas se asienta y tiene tantos enemigos asechándola por todos lados. Pido perdón si me equivoco en esta decisión. Pido perdón por los actos de mi pueblo. Pido perdón por los errores y vicios de mi humanidad. Pero también doy las gracias al Cristo por haber iniciado  en mí esta hermosa resurrección que ilumina mi existir, reconforta mi espíritu y sustenta hoy como nunca mi fe. El secreto debe ser secreto hasta que la fe sea auténtica y se sostenga por sí sola”.

Un pálido frio recorre su cuerpo, a la vez que el gozo espiritual se avalancha en lo profundo de su ser, dándole esa sublime sensación  de religiosidad y misticismo jamás sentida.

Si el abuelo y sus compañeros hubiesen leído esta nota, pensaba, no habrían sufrido tanta angustia y desasosiego. Elena comprendió el verdadero significado de su hallazgo y asumió la responsabilidad ante su religión y ante la historia. Que después de veinte siglos el Cristo perviva entre nosotros con su mensaje de redención, de fe y de esperanza, aún cuando sus huesos estén guardados en este pequeño recinto y las carnes hayan vuelto al polvo, es auténtica prueba de su resurrección, que en verdad es la trasmutación del alma, eterna como la capacidad de fe del ser humano.

Enseguida revisa el pequeño pergamino adjunto y cualquier atisbo de dudas se esfuma junto con el vacio existencial que lo hubo agobiado toda su vida, al balbucear ese latín colonial pincelado de clasicismos griegos: “…allí yace Jesús el de Nazaret, el hijo de Dios… Conociendo la conjura para profanar su tumba y destruir su cuerpo, he decidido junto a mi acompañante, preservarlo en ese humilde recinto. Han matado un cuerpo pero su alma y espíritu pervivirán por siempre en su mensaje y ejemplo de vida. Que Dios bendiga a quien leyere estas notas  y lo ilumine para bien disponer de este secreto, tesoro de fe. Así lo manifiesto, con la paz y fortaleza del Señor rebosando mi alma, yo, Simón el de Cirene”.


SEPULTANDO LA VERDAD

Con sensación de infinito gozo existencial recoloca el último ladrillo, recubriendo con tierra y  pequeños arbustos la entrada al santo recinto. El secreto todavía debe ser preservado. Sin dudas el cristianismo atraviesa por su mejor momento, pues siempre que se exista, cada actualidad es la mejor, por haber sobrevivido veinte siglos a tantos errores, por sustentar la fe por sobre el derrumbe de falaces dogmas y perniciosos fetichismos; pero aún su fe no es suficientemente plena y auténtica para asimilar esta verdad en toda la magnitud de su significado. El maravilloso legado debe esperar por los tiempos perfectos del Señor.


El RETORNO A LA FE

Mientras el avión reta en vuelo los aires de aquella tierra santa, pensamientos sosegados rinden honor a su fresca paz espiritual: Hace dos mil años, en inicio de un nuevo sendero existencial, un humilde artesano revolucionó la humanidad con su mensaje de justicia, igualdad, libertad y dignidad, más allá de la materialidad del existir, como valores plenos, posibles, alcanzables y resumidos en un fin superior, su padre, nuestro padre, Dios. Con ello nos reveló el Cristo la conciencia de transcendencia, del poder, como bien lo señala Elena, de descubrir al Cristo en el prójimo y concretarlo en un propósito común de fe, el poder de nuestra resurrección espiritual. Porque, tal como dice el Cirineo, mataron su cuerpo pero su alma y espíritu siguen vivos entre nosotros. Al final esa es la resurrección, trascender la materialidad de nuestro existir hacia la concreción hermosa de los valores y principios de vida en común, perviviendo en un propósito de fe y esperanza que siempre converge en Dios.

 

 Javier A. Rodríguez G.


Javier A. Rodríguez G.

La palabra escrita se independiza del autor y trasciende las barreras del espacio tiempo, haciéndose evidencia que delata el pensamiento y desnuda los sentimientos.(Javier A. Rodríguez G.)