lunes, 18 de julio de 2011

Carlota Corday Conducida al Cadalso





Esta obra recoge de forma magistral el momento histórico que trata. A la composición le faltan elementos para su cabal comprensión, pues pareciera que está concebida como  ilustración de una narración histórica, ya que es necesario enunciar el nombre de la obra para determinar el hecho.

En el ambiente se impone una desconcertante rutina, no existe tensión ni asombro ni compasión ni arrepentimiento ni temor ni odio, simplemente rutina, condicionada por una circunstancia social. El saberse determinados por sucesos históricos que arrastran hacia resultados necesarios, y así cada quien los asume.

El hieratismo de los personajes es roto por la dinámica del carcelero, quien, con el encender despreocupado de su pipa, desvía la atención del contexto y la centra en el simple existir interior, más allá de unos y de otros la historia siempre continúa, las sociedades se reacomodan, los conceptos se sincretizan y marcan su propia evolución, determinando nuevas formas de coexistencia.

Carlota, igual que Marat, con o sin razón, hizo lo que creyó debía hacer para defender e imponer su forma de ver, sentir, de concebir y de valorar el orden social, inclusive prescindiendo de su existencia.

Afuera, el esplendor trasciende la muerte y anuncia la vida, ya jamás nada sería igual. Entre confusiones y errores, por sobre los Marat y pese a las Carlota, el parto social avanza para imponerse como verdad. La libertad, la confraternidad y la igualdad  estaban por dar su primer grito revolucionario a los pueblos por venir. El fracaso, cuajado por la misma verdad, es la certeza histórica aleccionadora: los cambios sociales deben se fundamentalmente justos, y desde allí, pertinentes, no sólo respecto de la circunstancialidad histórica, sino de la realidad evolutiva del ser humano, y por ello, racionalmente sensatas. 

La justicia, el fundamento social cuya omisión del enunciado revolucionario francés, significó el desborde anárquico de la libertad, la tergiversación de la confraternidad y prostitución de la igualdad.


Javier A. Rodríguez G.

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La palabra escrita se independiza del autor y trasciende las barreras del espacio tiempo, haciéndose evidencia que delata el pensamiento y desnuda los sentimientos.(Javier A. Rodríguez G.)